Pregunta
de profundización: Naturaleza y Gracia ¿Cómo es posible comprender la verdad
del hombre, si éste se comprende a partir de su relación con el mundo?
Introducción
Inicialmente,
conviene destacar que la relación entre naturaleza y gracia ha sido interés de
estudio de muchos teólogos en los varios periodos de la historia cristiana:
Patrística, Escolástica, Pos-vaticano, etc.
Todavía
no se puede estar seguro que haya una comprensión plena del tema. En efecto,
existe mucho camino por recorrer para la teología en este ámbito, por lo cual,
este breve trabajo intentará abordar algunas reflexiones principales desde el
teólogo Karl Ranher.[1]
Además se examinará la controversia sobre la naturaleza pura.
Después
se podrá comprender desde el autor que de alguna manera, Dios ofrece y comunica
su amor; dicho acto es como su primer y único propósito. Por consiguiente, las
demás cosas existen para realizarse tal designio. Y lo más importante, Dios
creo al ser humano (cf. Gn 1, 27) como el único ser que puede acoger y hacer fructífera
la recepción del amor que es absolutamente exclusivo de Dios.
El
estudio de la relación entre naturaleza y gracia es un tema muy complejo yque
afecta la propia constitución de la persona y situación en la sociedad
contemporánea, pues: ‘gratia
supponitnaturam’. Supone un nexo con el individuo.
En
suma, la Χάρις es
esencial para la Σωτηρία, también es una
respuesta a las muchas preguntas que tiene el hombre; es un elemento
fundamental en la historia de la salvación y en la existencia humana. Lo que hará surgir como petición: “Dame tu amor y tu gracia, que
estas me bastan”.
Debate en cuestión y la
postura reflexionada por Ranher
La hipótesis de
una creación del ser humano en el estado de naturaleza pura dio origen a varias
discusiones y posturas, por endeadmiteque se deba acompañar cuidadosamente el
tema para no separar a Dios y la vocación sobrenatural del ser humano. La
gratuidad del orden sobrenatural y la vocación a la visio beatifica están presente en la reflexión aquí.
A propósito de los
autores que tocan el asunto, Ranher destaca: el deseo natural de ver a Dios en De Lubac[2]considera la
naturaleza como un orden posible de las cosas. Después desdobla la naturaleza y
lo sobrenatural en dos finalidades paralelas y yuxtapuestas. En efecto,
sostiene quela naturaleza no justifica un orden actual y es insuficiente para
especificar la gratuidad aquí y ahora del don de Dios y de la visio beatifica, de la κοινωνία con Dios.
Asevera que la
finalidad por el cual Dios creó al hombre es algo esencial de su existencia y
no es una cosa que puede ser cambiado eventualmente. En particular, el hombre
tiene vocación al destino sobrenatural.[3]
A
saber, la visión de Dios es
constitutivo del ser humano, como es el hecho de haber sido creado, en este caso, se sostiene el doble don de Dios y
la doble gratuidad. Ambos se encuentran unidos en cada persona: la existencia y
la salvación.
La naturaleza comprendida
desde la revelación
Es difícil
analizar de manera absoluta la experiencia del ser humano, ya que siempre será
un misterio abierto y comprensible apenas desde Dios. De igual modo, la
naturaleza humana solo se explica a los ojos de la fe(ἀποκάλυψις) y se
comprende desde lo sobrenatural.[4]Y
es esa revelación de la gracia basada en la experiencia de Dios la que después
será transmitida según 1 Jn 3:14: “Lo que hemos visto y oído les proclamamos
también a ustedes, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. En
verdad nuestra comunión es con el Padre y con Su Hijo Jesucristo”.
No obstante, es un
designio divino que el hombre sea orientado hacia lo sobrenatural, pues
determina la certeza de su naturaleza. Y en ese sentido el argumento de la
doble gratuidad de lo sobrenatural y de lo natural queda resuelto.
Por último, la
naturaleza no debe ser entendida con el concepto que abarca a todos los demás
seres vivos, pues, la paradoja consiste en que el ser humano es naturaleza y
espíritu al mismo tiempo, de manera integral.[5]
A su vez, la
revelación divina ayuda a comprender la tarea de la gracia en nuestra
existencia como hombres, en una dimensión de totalidad.
El amor de Dios
como autor de la naturaleza
Evitando
cualquier prejuicio y viendo con los ojos de la fe es posible distinguir que la
naturaleza es ἔργονde
Dios (gratuidad de la creación).[6]
En efecto no podemos negar la naturaleza, pues ella es la fuente y compendio de
todas las virtualidades que hay en un ser. El hombre recibe de Dios con su
entidad la naturaleza humana y queda relacionado con Él como Creador de esta
naturaleza. Tal realidad favorece una dialéctica con lo divino.
Gracia como una relación
De hecho, la Χάριςno es concebida como cosa y se diferencia
de las demás obras (gratuitas) creadas libremente por Dios[7];
entiéndase aquí sobre todo la gracia como una relación. Dios está comunicándose
constantemente con todo hombre por medios diferentes, pues nos quiere hacer
partícipes de la filiación divina en Cristo.
Dicho brevemente, todo
lo que recibe el hombre es para la realización plena (πλήρωμα) de su esencia[8]
porque es un regalo generoso por parte deDios, así como la naturaleza misma. Esencialmente,
la vida debe ser observada como una comunicación de amor entre el Creador y las
criaturas.
Luego, el ser
humano además de su aspecto sensitivo es capaz de formular sus propias ideas
basadas en la vivencia originaria de la gracia, incluyendo así una apertura al ἀγάπη de Dios, el tú divino. Simultáneamente,
el hombre experimenta el amor de Dios en su ser integral y lo hace estar
siempre abierto al otro.
El fin último del hombre
El
hombre como ser en el mundo tiene una vocación a un fin sobrenatural. No existe
otra finalidad (τέλος) para toda la
existencia concreta más que la filiación divina. Pues, a la esencia concreta
del ser humano en el mundo pertenece la llamada a la κοινωνία con Dios y no se conoce un ser humano que no sea
interiormente afectado por esta condición. Aunque dicha finalidadpueda ser
frustrada (rechazándola) por una decisión libre del ser humano (respuesta).[9]
De Dios proviene
también la disponibilidad para actuar como seres agraciados, ya que sin la
comunión y visión de Dios real y posible quedaríamos en el vacío o en una vida
sin sentido (ὕβρις).
De acuerdo con el
análisis de Ranher, es posible afirmar que Dios ofrece a las criaturas un fin
sobrenatural, es decir, cada ser humano tiene su propia finalidad, la cual
constituye su persona ontológicamente. Después, añade que existe una concepción
extrinsecista[10] de la gracia en
la actualidad; tal postura ve a la gracia como un añadido, ajeno e indiferente al
fin del hombre, entonces, superar eso supondría un gran trabajo para la
teología.
Relación entre la gracia y el
hombre
En lo que se
refiere a la relación entre la gracia y el hombre admitamos primeramente que el
hombre necesita de su existencia graciosa.
Después,Dios desea
comunicar su infinito amor y por tal motivo creó al hombre (םאד) a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 27-28):el
amor en este caso es Dios mismo.[11]Eso
mismo es un milagro, un don, un regalo sorprendente.
En realidad,como seres
dinámicos fuimos hechos capaces de experimentar, rechazar y aceptar este amor
desbordante que vitaliza a todo ser.
Eventualmente, con
la realidad delaαμαρτία (cf. Gn 3, 1-24)nos
hemos empobrecido y la necesidad de la gracia se extendió. A consecuencia del
pecado el hombre quedó privado de los bienes sobrenaturales, también afectando
su integridad natural, de manera que solamente con la ayuda de la gracia es
posible alcanzar la plena sintonía con Dios.
El concepto de naturaleza
Es necesario
recalcar que el concepto de naturaleza (φύσις)
designa a la creaturalidad del ser humano, pudiéndose justificar y divinizar a
través de la gracia porque también es invitado por Dios (vocación).[12]A
su vez, la naturaleza también se relaciona con la elección y con el plan
salvífico, en otras palabras, la creación y la salvación son vistas desde la
perspectiva de Dios.[13]
Posteriormente si la naturaleza fue comprendida como indeterminada desde el ámbito
del orden sobrenatural fue para una distinción y no para separación.
El hombre un ser capacitado
para la recepción
Tenemos potencia
real para recibir (recipere) el amor, la
gracia, la visión beatífica, pues tal realidad siempre atrae y llama al hombre.
Nos movemos y existimos (cf. Hc 17:28) hacia ese amor infinito. Incluso el
pecador condenado tiene que poder sentir realmente este amor.[14]Así
la gracia está tan cercana al ser humano, que su naturaleza está orientada por
ella. Es Dios mismo el que concede a nuestra naturaleza la posibilidad de
conocerle y experimentar su amor. Con toda la realidad que pueda hacernos
separar de Dios, igual estará presente aquella aspiración existencial de
vivenciar el amor personal de Dios. Igualmente, el hombre puede experimentar
conscientemente la recepción y efecto de la gracia. Las concepciones de
espiritualidad fruto del contexto eclesial de cada época influyen en determinar
qué relación existe entre gracia y naturaleza. En principio el hombre es el
único interlocutor que recibe libremente la gracia (con carácter indebido) y con
un amor incomparable.
El amor un don libre de Dios
Entiéndase el amor
como algo indebido y sobrenatural. En efecto, tal amor divino es un regalo y
milagro inesperado,[15]que
el hombre después de encontrarse como criatura hecha libremente debe asumir.
Así el ser humano siendo consciente y libre ante lo que recibe puede incluso ir
contra su naturaleza y dejar de lado el amor.
En suma es Dios el
que amó primero (cf. 1 Jn 4:19) Cabe destacar que este amor es necesario e indispensable
en todo momento de nuestra existencia. Somos capacitados (no determinados) con
su espíritu y podemos amar al otro. Seres amados y amantes simultáneamente. No
así los animales.
De la capacidad real en la
esencia del hombre para recibir el amor
La vivencia de la
esencia (οuσία) real del hombre es su
realización.[16]Aunque haya una noción justificada
de la naturaleza humana (filosófica), independientemente a la revelación del λóγος. Ahora, obviamente en la concepción
cristiana sin la revelación sería imposible descubrir la esencia y finalidad
del hombre real, efectivamene, en la revelación lo reconocemos como
sobrenatural (teológica).
Pues bien, hay
dificultades al conceptualizar la naturaleza humana. Pero aun así, Ranher
argumenta que el hombre puede tener experiencia de sí mismo únicamente en el
ámbito de la voluntad amorosa sobrenatural de Dios.[17]En
el fondo destaca que el existencial sobrenatural y la naturaleza están
presentes en la experiencia humana.
Relación entre lo sobrenatural
y natural
La apertura está presente
en el corazón (καρδιά) del hombre de
manera incondicionada. Hay un dinamismo provocado por el Espíritu y que nos
dirige a Dios κράζομεν· ἀββᾶ ὁ πατήρ(cf.
Rom. 8:15). Siempre Dios está presente por detrás de la experiencia. Entiéndase
aquí deseo como apertura donde no hay coerción por parte de Dios. Lo dicho
hasta aquí es conciliable con la gratuidad de la gracia.[18]Con
la misma el hombre es capacitado para realizar su fin sobrenatural y
consecuentemente su fin natural que es su pleno desenvolvimiento y realización.
De todas maneras
se reconoce que la gracia no es meramente un estado cualquiera; incluso, no se
la puede describir de modo suficiente.[19]En
efecto, la relación entre la naturaleza y gracia debe pensarse con mayor rigor.
Ranher subraya la interesante cuestión del por qué el hombre no pierde su
naturaleza al dársele un fin sobrenatural.[20]En
verdad, todo debe ser contemplado desde el Padre, que entrega a su Hijo (κένωσις) por amor a la humanidad bajo el
dinamismo del Espíritu Santo (carácter trinitario).
Por último, lo que
une naturaleza y gracia es la paradoja existente de un deseo natural de lo
sobrenatural.
Vocación a la trascendencia
por la gracia
Para Ranher, el
punto de partida es el ser humano existente y no lo posible. Ahora bien, todo
lo que el ser humano experimenta en si mismo no es su naturaleza pura, ya que
él mismo no existe en estado puro sino que está orientado a la gracia y tal
realidad tiene influencia sobre su manera de comprenderse.
Concretamente, el ser
humano es el único ser existente que de manera consciente puede ordenarse a
Dios y tenerlo como centro. Que seamos capax
Dei, como criatura, es un don sobre el cual no tenemos derecho. Con todo,
es un ser en dinámica continua, que puede crecer, experimentarse, comprenderse
y orientarse a Dios. Se mantiene la distinción básica entre la naturaleza
entendida como tal y la vocación gratuita a lo sobrenatural que la involucra. Compréndase
esta vocación como llamada a la existencia sobrenatural, ya que la gracia afecta
directamente a la naturaleza.
En pocas palabras,
en el ámbito propiamente natural, el teólogo alemán reconoce una apertura en el
ser humano porque es un ser dotado de racionalidad (animal rationale) y está llamado a la comunión con Dios.[21]
Hay en nosotros una potentia oboedientialis.
Carácter pneumatológico de la
gracia
El hombre recibe
este amor en el Espíritu Santo y en el Evangelio.[22]
En concreto, la gracia es un don del Espíritu Santo que permite al hombre ser
un capaxsocietatis, dado que puede
expresar gestos de comunión y solidaridad con los demás. Asimismo es capacitado
para llevar la vida misma de Cristo (alter
Christus). La búsqueda de una sociedad justa y solidaria siempre será pura
acción del Espíritu Santo.
Mientras tanto,la ἐκκλησία es vista como espacio abierto por el
Espíritu, un instrumento importante para que todos los hombres alcancen la
salvación, en un dinámico proceso de comunicación con el mundo.
Dinámica trinitaria de la
gracia
El hombre descubre
la profunda entrega amorosa de Dios y como criatura amada lleva de forma
concreta una vida trinitaria[23];
a partir de la revelación, se descubre que la gracia es el propio Jesucristo,
enviado por el Padre, y orientado por el Espíritu Santo (dimensión
pneumatológica). A modo particular, considero que cada persona divina opera y
se comunica libremente con el ser humano, dándose un fundamento ontológico real
de la vida y de la gracia (realidad salvífica y experiencia gratuita). En otras
palabras, la Trinidad se comunica a sí misma como don absoluto del amor
(autocomunicación), aunque continua teniendo un carácter misterioso (incluso en
la visio beatifica).
Recogiendo lo más
importante, Dios se comporta con nosotros de una manera trinitaria (s),
demostrando de tal forma también la trinidad interna. Si bien, dentro de la experiencia personal
hay aspectos que competen a la fe y a la gracia, que pueden ir más allá de una
conceptualización (verbalización).
Conclusión
Para Karl Ranher
la relación entre la gracia y la naturaleza debe ser profundizada diversamente
en comparación a la Teología de la naturaleza pura. Mantiene una propuesta
nueva y contraria la concepción extrinsecistaque
supone la gracia fuera e indiferente a la naturaleza; en la misma postura
reduccionista la naturaleza es vista como norma hipotéticamente abierta a la
gracia.
Entonces, ¿en qué
consiste la propuesta de Ranher? en que hay necesidad de acentuar la
interioridad de la gracia con respecto a la naturaleza y sin olvidar su
carácter universal.
Consecuentemente,
la naturaleza está en orden a la gracia, es decir, una naturaleza siempre en
contacto con la gracia salvífica de Dios.Indiscutiblemente, la gracia está
implicada y actuante en el ser humano. Hace parte de nuestra vivencia porque ella
es transcendental en nuestra historia.
En
resumidas cuentas, el ser humano como criatura de Dios, no agota, por su
condición, la relación que posee con Dios. Es una criatura y al mismo tiempo
mucho más que eso: es criatura llamada a la amistad y a la filiación. Es un
sujeto predilecto llamado a participar de la vida misma de Dios.
Para
finalizar quiero presentar tres puntos a modo de consideraciones finales sobre
la unión recíproca entre la gracia y naturaleza vista a partir de Karl Ranher:
- Aunque la gracia
trascienda la naturaleza, sin embargo la presupone como sujeto, la gracia no
destruye sino que perfecciona la naturaleza. En ese caso, debe ser recibida
para convertirse en una nueva operación.
- La gracia
perfecciona la naturaleza, es decir, entra en la persona; la sana para que el
ser humano pueda desenvolverse y la eleva poniendo al hombre en comunicación
con Dios.
- Existe un único
fin al que está orientada toda la humanidad, estamos hablando del fin
sobrenatural, de modo que es natural en el hombre ser asumido por la gracia
como medio para alcanzar el último fin: la salvación eterna.
Por:
[1]Rahner Karl,
Sobre la relación entre la naturaleza y la gracia, Escritos de Teología I, Barcelona 1961, 325-347.
[2] Cf. De Lubac. Le mystère du
surnaturel. (Paris: Ed. Aubier, 1965), pp. 92-93.
[3]Cf. Ranher. p. 329.
[4]Ibidem, p. 331.
[5]Cf. Matheus Bernardes. Relação entre natureza e Graça – Breve
apresentação histórica. (Revista: Cultura Teológica. N’ 86 Jul/Dez 2005), pp.
261-275.
[6] Cf.Ranher. p. 334.
[7]Ibidem. p. 336.
[8] Ibidem. p. 331.
[9]Cf. Ranher. p. 341.
[10]Ibidem,p. 328.
[11]Pedro Alberto Kunrath. A situação do homem pecador e a necessidade da graça – Relação Natureza
e graça. Revista Teocomunicação. (Porto Alegre: vol. 38, N. 161, 2008), pp.
348-359.
[12] Cf. Ranher, p. 329.
[13] Cf. AnnelieseMeis W. Antropología
Teológica. Acercamientos a la
paradoja del hombre(Santiago: Ed. UC, 2013), p. 721
[14]Cf.Ranher, p. 343.
[15] Ibidem. p. 344.
[16]Cf. Ranher, p. 346.
[17] Ibidem, p. 346.
[18] Ibidem, p. 341.
[19] Ibidem, p. 348.
[20]Cf. Ranher, p. 349.
[21] Ibidem, p. 345.
[22] Ibidem, p. 345.