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Pablo, un fariseo en Filipenses 3,5

6 de junho de 2019


























































La figura de Pablo continua siempre inspirando a quienes compartimos la espiritualidad zaccariana (Barnabitas, Angélicas y Laicos de San Pablo). Por tanto, pensar en el Apóstol de los gentiles  y conocerlo a través de sus cartas es un medio formidable para encontrar nuevas respuestas en nuestra misión. Por dicha razón propongo analizar brevemente la carta a los Filipenses 3,5. El texto dice; “circuncidado a los ocho días de nacer, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, Hebreo de Hebreos; en cuanto a la Ley, Fariseo”.
En cuanto a la ley, fariseo. En lo que se refería a la ley de Moisés, Pablo había elegido ser fariseo. ¿No era hijo de fariseos (Hch. 23:6)? Y aquí refleja como en su período precristiano se enorgullecía de este hecho, de su posición y honor como fariseo. El superaba en la religión de los judíos a muchos de sus compatriotas de su misma edad y era en gran manera celoso  de las tradiciones de sus padres (Gá. 1:14). “Conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión he vivido fariseo”, decía él mismo (Hch. 26:5). El hecho de haber sido instruido a los pies del gran maestro Gamaliel, también le colocaba en un lugar superior por su educación. Podía considerarse más hebreo que sus opositores.
¿Pero cómo es posible que un judío como Pablo se sintiera orgulloso de ser fariseo? ¿No hablaba Jesús claramente de ellos como hipócritas y presuntuosos (Mt. 6:2, 16; 23:5–7), como necios y ciegos (Mt. 23:16–22), como serpientes y generación de víboras (Mt. 23:33), como sepulcros blanqueados y engañadores (Mt. 23:3, 13, 15, 23, 25, 27, 29)? ¿No se dejaron llevar por los celos (cf. Mt. 27:18)? Todo esto es verdad, pero no todos los fariseos eran igualmente malos. Es más, el fariseísmo      en su origen no fue tan malo como llegó a ser. Esta secta religiosa se formó durante el período intertestamentario, como reacción a los abusos de los abandonados e indiferentes judíos que habían asimilado el espíritu helenístico en su aspecto negativo. Así, los fariseos o separatistas se habían apartado de estas personas mundanas. Se abstenían de la política y hacían gran hincapié en la pureza religiosa. Aceptaban toda la Tora, las doctrinas de la inmortalidad del alma, la resurrección del cuerpo y la existencia de los ángeles. No eran patrioteros como los zelotes, radicales como los saduceos, ni fanáticos políticos como los herodianos. Su gran estima por la ley de Dios es digna de admiración. Esto explica el orgullo precristiano de Pablo expresado en las palabras “en cuanto a la ley, fariseo”. Los fariseos cometieron  su mayor equivocación cuando empezaron a conceder excesivo valor al sistema de interpretaciones legalistas que los escribas sobrepusieron a la ley, sepultándola bajo el peso de sus tradiciones (cf. Mr. 7:13) y cuando empezaron a creer que por su estricta adhesión a la ley, así interpretada, podrían lograr la venida del Mesías y asegurarse la entrada en el reino de los cielos. Naturalmente, el intento de alcanzar todas estas cosas suponía un enorme esfuerzo para la naturaleza humana. Así pues, Pablo debe haber sido uno de los más sinceros fariseos (cf. Hch. 26:9), pero a pesar de eso, estaba incompleto en comparación al conocimiento de Cristo.


























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