
En cuanto
a la ley, fariseo. En lo que se refería a la ley de Moisés, Pablo había elegido
ser fariseo. ¿No era hijo de fariseos (Hch. 23:6)? Y aquí refleja como en su
período precristiano se enorgullecía de este hecho, de su posición y honor como
fariseo. El superaba en la religión de los judíos a muchos de sus compatriotas
de su misma edad y era en gran manera celoso
de las tradiciones de sus padres (Gá. 1:14). “Conforme a la más rigurosa
secta de nuestra religión he vivido fariseo”, decía él mismo (Hch. 26:5). El
hecho de haber sido instruido a los pies del gran maestro Gamaliel, también le
colocaba en un lugar superior por su educación. Podía considerarse más hebreo
que sus opositores.
¿Pero cómo es posible que un judío
como Pablo se sintiera orgulloso de ser fariseo? ¿No hablaba Jesús claramente
de ellos como hipócritas y presuntuosos (Mt. 6:2, 16; 23:5–7), como necios y
ciegos (Mt. 23:16–22), como serpientes y generación de víboras (Mt. 23:33),
como sepulcros blanqueados y engañadores (Mt. 23:3, 13, 15, 23, 25, 27, 29)?
¿No se dejaron llevar por los celos (cf. Mt. 27:18)? Todo esto es verdad, pero
no todos los fariseos eran igualmente malos. Es más, el fariseísmo en su origen no fue tan malo como llegó a
ser. Esta secta religiosa se formó durante el período intertestamentario, como
reacción a los abusos de los abandonados e indiferentes judíos que habían
asimilado el espíritu helenístico en su aspecto negativo. Así, los fariseos o separatistas
se habían apartado de estas personas mundanas. Se abstenían de la política y hacían
gran hincapié en la pureza religiosa. Aceptaban toda la Tora, las doctrinas de
la inmortalidad del alma, la resurrección del cuerpo y la existencia de los
ángeles. No eran patrioteros como los zelotes, radicales como los saduceos, ni
fanáticos políticos como los herodianos. Su gran estima por la ley de Dios es
digna de admiración. Esto explica el orgullo precristiano de Pablo expresado en
las palabras “en cuanto a la ley, fariseo”. Los fariseos cometieron su mayor equivocación cuando empezaron a
conceder excesivo valor al sistema de interpretaciones legalistas que los
escribas sobrepusieron a la ley, sepultándola bajo el peso de sus tradiciones (cf.
Mr. 7:13) y cuando empezaron a creer que por su estricta adhesión a la ley, así
interpretada, podrían lograr la venida del Mesías y asegurarse la entrada en el
reino de los cielos. Naturalmente, el intento de alcanzar todas estas cosas
suponía un enorme esfuerzo para la naturaleza humana. Así pues, Pablo debe
haber sido uno de los más sinceros fariseos (cf. Hch. 26:9), pero a pesar de
eso, estaba incompleto en comparación al conocimiento de Cristo.