En la Carta
Encíclica del Papa Francisco Lumen Fidei
(sobre la fe), afirma que la fe tiene una “estructura fundamental”, demostrando
un carácter
visible de la salvación, o sea, una capacidad inmanente que tiene de
expresar lo transcendente, y que el cristianismo no puede y no debe ser
entendido como un acervo de informaciones y datos, sino una memoria
encarnada. El hombre moderno se ha tornado suspicaz mediante el universo
sacramental, eso se da porque en la actualidad los símbolos ya no hablan por sí
mismo, y a la vez, necesitan ser explicados, y eso según el texto hace con que la
iglesia ha entrado en un proceso de momificación, cosa preocupante, ya
que el símbolo pierde su actuación primera que es hablar por sí mismo. Si
miramos desde los principios, con datos en la fe, podemos subrayar un primer
punto. Desde Gn 1, el mundo ofrece instrumentos del Creador, para que el propio
Creador actúe salvíficamente. La salvación se manifiesta de manera visible y
eficaz. En el bautismo por ejemplo, esa manifestación salvífica se puede ser
encontrada en las expresiones del agua, el aceite, el rito, que son símbolos
que demuestran la actuación directa por medios de signos en el mundo, y también
la encarnación misma del hijo, demostrando la preocupación de Dios con el
hombre, ya que el Verbo se encarna para “nostra salutis causa”, y viene a
salvarnos (conf. Gl 4, 4-5). Como afirma el papa en el número 40 de la Lumen
Fidei: “… se comunica una memoria encarnada, ligada a los tiempos y lugares de
la vida, asociada a todos los sentidos”, mostrando que da dimensión corpórea es
instrumento de la intervención divina, es la resurrección de la carne.
Otro aporte
interesante de la estructura sacramental
de la fe es la experiencia cristiana, que no se reduce meramente en entrega
de informaciones, sino en la memoria de encuentro y transmisión. “Lo que los apóstoles transmitieron
comprende todo lo necesario para una vida santa y para una fe creciente del
Pueblo de Dios; así la iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y
transmite a todas las edades lo que es y lo que cree”. (Conf. Lumen Fidei
40). La transmisión del cristianismo está bien fundada en la propia persona de Cristo, su vida y su historia. Comunica una persona viva y encarnada, y
suscita en los creyentes el fervor por hacer la misma comunicación a toda la
humanidad. Lo eclesial es clave para un encuentro de fe y sacramentalidad,
haciendo un proceso catequético, posibilitando al sujeto una experiencia cada
vez más profunda. Dentro de la misma lógica podríamos decir que hay dos
experiencias de Dios en la vida del creyente que hace su encuentro personal por
medio de la transmisión de Cristo. La primera dice respeto a cuando alguien habla
de Cristo a mí, y la segunda cuando soy capaz de por mí, encontrarme totalmente
con Cristo y esa experiencia es que suscita la fe y da sentido al sacramental
que celebramos.
En resumen, lo rico de afirmar que la fe
prosee una “estatura sacramental”, está en el hecho de demonstrar una capacidad
inmanente del ser humano en expresar lo transcendente y que el mensaje
cristiano es una memoria encarnada, y por lo tanto, se expresa en un contexto
comunitario, haciendo con que la fe y los sacramentos sean siempre actuales y,
obviamente, actos eclesiales.
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